Eran tiempos muy difíciles, ya que nuestro país acababa de pasar por una dura guerra en la que murieron miles de personas, y que provocó mucha hambre y pobreza. El pequeño Fosforito, consciente de las necesidades económicas de su familia quiso remediarlas. Para ello, se lanzó sin miedo alguno a cumplir su gran sueño: SER CANTAOR.

Muy valiente, se fue a la feria de Sevilla a cantar, y una vez allí se enteró de que en un pueblo de Cádiz, concretamente en el Puerto de Santa María, gustaba mucho el flamenco. Así, con apenas doce añitos, ni corto ni perezoso cogió un tren y se fue para allá a iniciar la gran aventura de su vida. Una aventura que le deparó un buen susto, pero con la que se terminó convirtiendo, con el paso del tiempo, en un genio de la música cantando flamenco.